...una vez, en un lugar, situado cerca de mucho y alejado de todo, los gobernantes cedieron el poder al Poema, dejaron gobernar al Verso...































viernes, 12 de julio de 2013

ASFALTO VALHALLA




No fui lo bastante salvaje
para ver Valhalla
en el asfalto de la ciudad
y aunque fui ardoroso,
no tuve valentía
para ver una sola Valquiria
en los semáforos
de los cruces 
de las calles de mis barrios.
Mi fragilidad se unió
un día con ella misma
y se adentró por el Soho
de las razones perdidas,
se compró un disfraz de Samurai
y aquel paseo, sin miedo,
por un diciembre de aleluyas,
me sirvió de bufanda,
me pinté una lágrima
y abrí la caja de los recuerdos
de una lejana niñez.
Todavía hoy,
jugando aún con los recuerdos
de aquella caja,
me pregunto
sobre el destino de ese niño
de haber sido
lo bastante salvaje
para ver Valhalla
en el asfalto de la ciudad,
o de haber tenido
la suficiente valentía
para haber visto una,
ni que fuese sólo una,
Valquiria en los semáforos
de los cruces de las calles
de Gràcia o la Sagrada Familia.
El Fisioterapoeta, Junio 2013

martes, 2 de julio de 2013

BOULEVARD MEDIODÍA







Como mis humedades se empeñaban en seguir apagando mis llamas,
seguía sin fecundar mis instantes, traicionando batallas
y lijando al abrazar,
la mejor de mis caras continuaba buscando el Boulevard Mediodía
mientras una de las peores, deprimida, extranjera,
enemiga y sin rima, predecible y tensionada,
con la vista en bloqueo unidireccional
sin mirar nada de nada, sin ver hasta lo más evidente,
se arrastraba perdedora en el escenario vital, sin personalidad
sin acertar en la justa medida de dulzura y sal,
mis neuronas se habían agriado y mi cerebro enmohecido,
mis besos eran como aquella empalagosa masa de azúcar requemada
y mi mirada desprendía, hacia todo, desprecio,
mi temperatura era gélida,
mis pasos rastreros y mis penetraciones penosas.
 Como las llamas de mis humedades más resecas
decidieron salir al exterior y compartir momentos obvios,
instantes fecundos, sinceras batallas y abrazos aterciopelados,
la mejor de mis caras se pasea por el Boulevard Mediodía,
enardecida, ya no extranjera, amigable y repleta de rimas
abstracta y relajada, rotando trescientos sesenta grados
para observar absolutamente todo, sin perder detalle,
erguida con orgullo en el escenario vital, con personalidad
y con el punto justo de azúcar y un toque sublime de sal,
mis neuronas se han almendrado y mi cerebro garrapiñado,
mis besos son como aquella perfecta nube azucarada
y mi mirada desprende, hacia todo, fervor, y mi temperatura hervor,
mis pasos son presumidos y mis penetraciones celestiales.
 He dejado atrás las tardes de las rosas no regaladas,
las sopas frías y las mermeladas caducadas.

EL FISIOTERAPOETA

9 febrero 2011