...DECLARACIÓN DE INTENCIONES...
...lucho por encontrar mi vértice
perdiéndome entre aristas y fórmulas emocionalmente matemáticas,
y es ahí, sumergido en las hipotenusas de un inmenso lago de quebrantos
cuando me doy cuenta que la simple luminosidad de una luciérnaga
desvela mis pobrezas, ciega mis raquíticas ideas y deslumbra mi gran vacío interior.
Mas no por ello arrojo toallas de instintos sonrojados por perdedores,
ni despeño convicciones atacadas sin piedad desde los ángulos más inverosímiles,
y me rebelo y, en este proceso, tomo mi propia rebelión con firmeza
asida por cinco enrabietados dedos que la sujetan altiva y desafiante,
cual antorcha regalada por Heimdall en plena noche de las guerras
en la trinchera más temeraria e impaciente que me empuja al exterior
de un campo de batalla donde empuño sin vacilar a Mjöllnir,
ensangrentándolo sin piedad con los restos de mis gigantes enemigos,
a los cuales venzo sin atisbo de clemencia, recreándome en mi victoria,
en medio del fragor de la lucha, oliendo a muerte a mi alrededor
pero esquivándola a golpe de implacable martillo vikingo
mientras, erguido, contemplo orgulloso, extenuado e impasible
los rictus mortales de mis rivales y los felices de mis compañeros de trinchera,
mas sin tiempo a la reflexión ni al disfrute del glorioso momento de la victoria,
no bajo la guardia y sigo persiguiendo engreídos enemigos
con los que saciar cada una de las justicieras caras de Mjöllnir,
necesitado cada vez más, por pura supervivencia, de sangre rival.
EL FISIOTERAPOETA
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