...una vez, en un lugar, situado cerca de mucho y alejado de todo, los gobernantes cedieron el poder al Poema, dejaron gobernar al Verso...































miércoles, 6 de marzo de 2013

EL AMOR SIEMPRE TRIUNFA POR SANT JOAN... (A VECES)








Por lucirme delante de mi primer amor desafié con mi BH a un chico cuatro años mayor que yo que ya cabalgaba cicloide de carreras. Una tras otra íbamos sumando vueltas a la placeta situada frente a la iglesia del Santuari dels Àngels a escasos quilómetros de Girona. Era la hora de la sobremesa, los padres todavían saboreaban carajillos, cognacs y farias, las madres licor 43 y aromas de Montserrat y alguna, más moderna, cigarrillos mentolados. Los abuelos, principales ocupantes de las habitaciones del lugar iniciaban sus siestas mientras el mosén, del que lamento no recordar el nombre y que había sufrido años atrás una embolia que le dejó asimétrica la boca, ordenaba exvotos. El sol apretaba de lo lindo aquel Julio del 72 y el resto de niños y alguna que otra niña, entre las que se hallaba mi amada, cada vez seguían con más atención el desafío puesto que yo no acababa de perder la estela del Ocaña del grupo, conocido como Joan de Mataró para así ser diferenciado de otro Joan, hijo de uno de los propietarios del restaurante del lugar y que se paseaba con una vespino naranja ganada a base de premios acumulados en chapas de Mirinda que sus padres se encargaban de agenciarse. Por algo eran los dueños, también, del bar. En un sprint final memorable y que aún ahora, en estos momentos, al recordarlo, hace que mi cabello vuele al ritmo de aquel viento de aquella tarde de Julio del 72, logré superar a Joan de Mataró. Segundos después de cruzar la línea de meta caminaba destino de las mesas del restaurante donde todavía estaban los padres y las madres. En un principio no me percaté de nada, seguía aturdido por el impacto, pero al ver la cara de espanto del público infantil que había asistido al desafío y darme cuenta que mi pierna derecha había cambiado su color habitual por el rojo de la abundante sangre que caía desde pocos centímetros más abajo de la rodilla, empecé a cojear, más por pensar que era lo que se debía hacer en esa situación que por el dolor que pudiese sentir ya que por no sentir no sentía ni la pierna. Dieciséis puntos y un invierno repleto de polvos de azol cerraron lo que entre el gran banco de piedra sito junto a la puerta de la iglesia, que era la encargada de marcar la línea de salida y meta, y un desafortunado hierro que debía sujetar el guardacadenas que había caído días antes, habían abierto. Recuerdo que mi padre se mareó al final del verano cuando fue a buscar mi, también, maltrecha BH al garaje del santuario, a causa de las hormigas que forraban el trozo de carne de mi pierna que quedó enganchada en aquel hierro.
Tenía ocho años, tengo cuarenta y cinco, son las tres y cuarto de la mañana, me he de levantar a las siete, estoy escuchando a Nacho Vegas, vuelvo a vivir con mi padre que está en puertas de ser octogenario, en un par de días será el santo de Joan de Mataró al que jamás volví a ver después de Julio del 72 al igual que a mi amada de ocho años, pero pese a ello, bajo la vista, y mirando la cicatriz que ahora se encuentra a quince centímetros bajo mi rodilla derecha aclaro mis cuerdas vocales y grito al cielo del barrio de Sant Antoni...


... ¡el amor siempre triunfa!
(pese a que unas cuantas veces miremos hacia el otro lado donde lo hace)
EL FISIOTERAPOETA,  22 JUNIO 2009
...treinta y ocho años después volví, junto a mi hermana y mis sobrinas...todo, o quizás nada, había cambiado...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Preciosa historia.....que recuerdo como si hubiese ocurrido ayer. Miremos donde miremos...el amor seguirá triunfando. Por cierto, el mossèn era "mossèn Lluís".
Cuscu.