...¡CUÁNTO PUEDE DAR DE SÍ UN SEGUNDO!...
Un segundo
es
lo que tardo unas veces en dormirme y otras en enfadarme,
lo que acostumbro a tardar en perdonar,
lo que necesito para tener ganas de besarte, tocarte, amarte y más,
lo que preciso reflexionar para saber cuánto amo mi ciudad
y también mi pueblo junto al mar,
lo que exige, cruelmente, una vida en irse
y lo que espera, con inocencia, otra para llegar,
con ansia, mi cuaderno en abrirse
y con locura, mis lapiceros trabajar.
Un segundo
es lo que requiero para saber si voy a tener un día triste
y es lo que demando para volverme a animar,
el tiempo en que tu sonrisa se hace imprescindible
en el que tus labios se hicieron para besar
en el que tus caderas aprendieron a moverse
y tus pechos a excitar.
Un segundo
es suficiente para inquietarme
cuando no hay poesía en mi rosal
cuando las damas miran con ojos de serpiente
y se mueven como tal,
cuando el afilador de pesadillas hace sonar su armónica
frente mi portal,
cuando mis ideas se vaciaron en el último verso
cuando me miro al espejo y sólo veo un objeto perverso,
cuando mis relojes no tienen agujas o cuando tienen quinientas,
cuando tu falda se pega a tus prejuicios
y mi bragueta a mis sucios dedos,
cuando los zapatos dejan de ser fetiches
y se utilizan para escapar,
cuando veo que en mi bandera ya no existen ni tibias ni calaveras,
cuando en la tuya sólo hay colores de corrección,
cuando tus pezones dejan de estar excitados
y mi verga sin erección,
cuando mi paraíso cierra la puerta y el infierno abre su balcón.
Un segundo
me basta para abrazarte sin límite
sentirme el rey de reyes cuando lo hago
vomitar poemas uno tras otro y otro y otro y otro
ser seducido por un sol de mediodía
y una luna de medianoche,
conducir sin rumbo ni destino,
embriagarme con tus aromas más recónditos,
dirigir la orquesta de tus movimientos
y dejar que dirijas tú la mía,
recorrer estrechas y mágicas calles que me dan vida
mirar, mirar y volver a mirar
para aprender, aprender y volver a aprender,
observar, observar y volver a observar
para valorar, valorar y volver a valorar,
reír, reír y volver a reír
para saber un día llorar, llorar y volver a llorar,
pues sabré que al siguiente reiré, reiré y volveré a reír.
Un segundo
es lo que,
sin duda,
tardaré en desenvainar mi espada y cortar cabezas enemigas
que pretendan robarme un solo segundo de esta genial locura.
BCN, 18 Febrero 2011