Nunca sabré el
significado de las flores en un jarrón,
ni siquiera seré
capaz de mirarme en su vidrio,
me conformaré con
asistir a la madrugada de las nubes caídas,
simplemente acudiré
al desembarco de la eterna noche.
Nunca aceptaré un
tallo más altivo que la hoja
ni contestaré una
llamada hecha en voz alta,
me obcecaré en
inventar clarinetes sin agujeros,
sólo quiero estar
presente en cada uno de sus desnudos.
Nebulosas en
andenes sin retorno,
auroras boreales
que precisan de interruptores,
lluvia de estrellas
apagadas y cirróticas,
abrazos en puestas
de sol multimedia.
(Brillos excelsos
en soperas arcaicas que recitan Neruda)
Nunca sabré el
significado de los tapones de mis botellas,
ni el complicado
planteamiento de mis grifos,
peor aún si pienso
en la disposición de mis ladrillos
o en el ausentado
posicionamiento de mis hijos.
Con siete segundos
de gloria Duarte Mendes tuvo suficiente,
mis noches se acompañan
de versos de madrugadas,
mis saltos de cama
son pausados y llenos de calma,
las caricias que me
regalan son tiernas y desperdigadas.
Ni todos los ríos
son verdes ni todas las guitarras tuyas,
mi Nirvana arrancó
pieles inocentes para su abrigo,
mis tardes nunca
llegan a tiempo,
las noches que
quiero no son más que los desnudos del día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario